Queridos hermanos y hermanas:
1. Hoy llegamos en peregrinación desde todas las parroquias, capillas y comunidades de la Arquidiócesis para visitar a Nuestra Madre, Nuestra Señora de la Merced, en el día de su fiesta.
Desde la cruz, Cristo nos dio a la Virgen. Hoy le decimos: “Gracias Jesús, por darnos a tu Madre”.
La Virgen de la Merced es nuestra defensora y nuestra protectora. Es la que nos cuida, la que nos protege, la que nos ampara, nos ayuda. No solamente en las circunstancias extraordinarias, sino en todos los momentos de nuestra vida.
Hoy, en su día, queremos pedirle por nuestra Iglesia arquidiocesana, por sus sacerdotes y diáconos, por sus consagrados y consagradas, por sus fieles laicos; por los niños, por los jóvenes, por las familias, por los ancianos, por los enfermos. Le pedimos por nuestros seminaristas y por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Le pedimos, especialmente, que acompañe la nueva etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral para llevar adelante la Nueva Evangelización.
2. La Virgen de la Merced es la primera advocación mariana que llegó a América, en el primer viaje de Cristóbal Colón, traída de la mano de los frailes mercedarios.
En el siglo XIII turcos y sarracenos se llevaban cautivos a muchos cristianos, por los que exigían un rescate.
Por inspiración de la Virgen María, San Pedro Nolasco, con algunos compañeros, funda en 1218 la Orden de los Mercedarios para redimir a los cristianos cautivos que se encontraban en manos de los moros.
Así, desde hace casi 800 años, la Virgen de la Merced libera, consuela y protege a todos los cautivos, en el más amplio sentido de la palabra.
En la actualidad el patrocino de la Virgen de la Merced se ha ampliado a otros ámbitos de esclavitud. Hoy más que nunca necesitamos la poderosa ayuda de la Virgen de la Merced para que interceda ante Jesús, nuestro Redentor, y nos conceda el don de la verdadera libertad.
La Virgen de la Merced tiene, también hoy, la tarea de liberar de los nuevos cautiverios a cuantos se encuentran sometidos en nuestra sociedad: de las adicciones que esclavizan.
3. Hoy quiero expresar mi preocupación y dolor por la proliferación de las casas de juego. En el documento del Episcopado titulado “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016” los obispos hemos señalado con preocupación que “se ha multiplicado el todo el país la oferta del juego de azar”. Hasta hace un par de décadas los lugares de juego eran los “casinos”, promovidos para turistas y gente adinerada. Hoy se han multiplicado los lugares de juego en cercanía de barrios humildes: por ejemplo, el negocio de las máquinas tragamonedas.
El jugador apasionado arriesga y muchas veces pierde incluso aquello que pertenece a su familia. Quiero advertir sobre la gravedad de la instalación de estas casas de juego, por lo que en sí mismas significan, por las consecuencias inmediatas que acarrean y por la desconsideración que entrañan ante la difícil situación socio-económica por las que están atravesando muchísimas familias.
El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2413), al explicarnos el séptimo mandamiento, nos enseña que los juegos de azar resultan moralmente inaceptables cuando privan a las personas de lo que es necesario para atender a sus necesidades o las de los demás. ElCatecismo también dice que la pasión del juego corre peligro de convertirse en una grave servidumbre.
Me veo obligado a insistir en esta común y constante enseñanza de la Iglesia. Debemos esforzarnos en promover la educación, una cultura del trabajo, el deporte y la recreación honesta y no lo que atenta contra el hombre en lo personal, familiar y social.
4. El otro flagelo es la adicción a las drogas. La droga arraiga en los jóvenes y avanza sobre la fragilidad de los niños.
En noviembre de 2007 los obispos argentinos manifestamos nuestra preocupación por el creciente consumo de droga en el Documento que llamamos “La droga sinónimo de muerte”.
En mis recorridos por la arquidiócesis recojo el eco doloroso de muchas familias, cuyos hijos quedaron atrapados por los efectos de la droga y sus secuelas de muerte y destrucción. Asimismo muchos docentes me manifiestan su preocupación y su impotencia para resolver este flagelo que está llegando hasta los niños.
Hace pocos días estuvieron a verme madres destrozadas que tienen hijos esclavos de la droga.
Éste es un problema de toda la sociedad, pero las autoridades son las primeras responsables en responder a este desafío. Para ello debe concientizar a la sociedad y luchar contra el tráfico de drogas. Son deberes ineludibles.
El desafío es grande. Tenemos que reconocer que la droga está instalada entre nosotros. No podemos permanecer indiferentes. Entre todos debemos generar una red social que propicie la cultura de la vida: que comprenda a padres, docentes, funcionarios, medios de comunicación, instituciones religiosas y a todos los ámbitos sociales. La situación es grave y requiere una acción mancomunada de toda la sociedad, que pueda transformarse en política de estado.
5. El próximo 2 de octubre realizaremos la Asamblea Arquidiocesana de Pastoral en donde, si Dios quiere, pondremos en marcha la nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, que abarcará el sexenio 2010-2016.
El Papa Juan Pablo II, al comenzar el nuevo milenio, exhorta a los Obispos a proseguir la obra evangelizadora formulando orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de cada comunidad. El Papa dice que los Obispos de cada diócesis, “ayudados por la participación de los diversos sectores del pueblo de Dios,” deben señalaraquellas “etapas del camino futuro” que permitan que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente, mediante el testimonio de los valores evangélicos, en la sociedad y en la cultura” (Novo Millennio Ineunte, 29).
Quiero invitar a quienes todavía no asumieron el Plan Arquidiocesano de Pastoral a que se sumen, en esta nueva etapa, a este gran proyecto misionero, a fin de que nuestra Iglesia particular cumpla la misión del Señor Jesús. Que por ningún motivo queden parroquias, comunidades, movimientos, instituciones, en donde no se tenga en cuenta el Plan Pastoral Arquidiocesano.
El Papa Juan Pablo II no duda en decir cuál debe ser la orientación fundamental de toda programación pastoral: la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la santidad. Y agrega el Santo Padre: “La santidad es más que nunca una urgencia pastoral”(NMI 30).
Es el momento de proponer a todos los fieles el ideal de la santidad como la vocación fundamental de todo cristiano. La vida entera de la comunidad eclesial (parroquias, capillas, colegios, instituciones, movimientos) y de las familias cristianas debe ir en esa dirección.
La programación pastoral vale porque es un instrumento al servicio de la finalidad principal de la Iglesia: que los hombres y la humanidad toda sean santos, como dice la carta del Apóstol Pedro: “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (1 Ped. 1,15‑16).
Pidamos a la Virgen de la Merced que nos acompañe y ayude en nuestro camino pastoral.
Nuestra Señora de la Merced, patrona de nuestra Arquidiócesis, asístenos con tu maternal protección.Amén.
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